Filosofía Sāṃkhya y Yoga: el mapa y el camino
9/22/20253 min read


Cuando practicamos yoga, a menudo pensamos en las posturas, la respiración o la meditación. Pero detrás de estas prácticas hay una visión del mundo, una filosofía que les da sentido y coherencia. Esa base es la filosofía Sāṃkhya, una de las seis dārśanas o escuelas clásicas de la India, y sobre la cual se apoya el Yoga de Patañjali.
Comprender el Sāṃkhya nos permite profundizar en nuestra práctica, porque nos ofrece un mapa de la realidad y de nuestra experiencia interior. El Yoga, entonces, se convierte en el camino que nos ayuda a recorrer ese mapa.
¿Qué es el Sāṃkhya?
El Sāṃkhya es un sistema filosófico muy antiguo, atribuido al sabio Kapila. Su nombre significa literalmente “enumeración” o “clasificación”, porque explica la realidad a través de una lista de principios fundamentales.
Lo esencial del Sāṃkhya es la distinción entre dos realidades:
Puruṣa: la consciencia pura, eterna, inmutable. Es el testigo silencioso, la esencia que observa.
Prakṛti: la naturaleza primordial, dinámica y cambiante. De ella surge todo lo manifestado: el cuerpo, la mente, las emociones, los sentidos, e incluso el universo entero.
De la interacción entre Puruṣa y Prakṛti se despliega la experiencia de la vida. Sin embargo, nuestro sufrimiento surge cuando olvidamos nuestra verdadera naturaleza (Puruṣa) y nos identificamos con lo cambiante (Prakṛti).
Sāṃkhya y Yoga: la teoría y la práctica
El Yoga de Patañjali, expuesto en los Yoga Sūtras, se apoya directamente en la visión del Sāṃkhya. Si el Sāṃkhya es la teoría, el Yoga es la práctica.
El Sāṃkhya nos ofrece un marco filosófico que explica por qué sufrimos y cuál es la meta del ser humano: la liberación (kaivalya).
El Yoga nos da las herramientas para llegar a esa meta: ética (yamas y niyamas), disciplina física (āsana), respiración (prāṇāyāma), concentración y meditación.
De esta forma, podemos decir que el Sāṃkhya es el mapa y el Yoga es el camino que recorremos con ese mapa en la mano.
Un ejemplo para entenderlo
Imagina que estás sentado en meditación. Tu mente empieza a llenarse de pensamientos, emociones, recuerdos, planes. Todo eso pertenece a Prakṛti: es cambiante, nace y desaparece.
En el momento en que logras observar esos movimientos sin engancharte, se abre un espacio de silencio y claridad. Ese espacio es Puruṣa, la consciencia pura que no se ve afectada por el vaivén de la mente.
El Yoga te entrena precisamente en este arte: reconocer que no eres tus pensamientos, tu cuerpo ni tus emociones, sino aquello que observa todo eso.
¿Por qué es importante en nuestra práctica?
Cuando comprendemos el Sāṃkhya, el Yoga deja de ser solo un conjunto de técnicas para la salud o la relajación, y se convierte en un camino de autoconocimiento y liberación.
Cada āsana deja de ser solo una postura, y pasa a ser un laboratorio donde observamos cómo interactúan cuerpo, mente y consciencia.
La respiración se convierte en un puente entre lo físico y lo sutil.
La meditación nos lleva poco a poco a distinguir entre lo que cambia y lo que permanece.
Este entendimiento transforma la práctica en un proceso profundo de discernimiento (viveka), que es el verdadero corazón del Yoga.
Conclusión
El Sāṃkhya y el Yoga forman una unidad inseparable: el primero nos da el mapa de la realidad, el segundo nos muestra el camino para experimentarla directamente.
Practicar Yoga conociendo esta raíz filosófica es caminar con mayor claridad, con una brújula interna que nos recuerda que más allá de los cambios, somos consciencia pura.
Así, cada respiración y cada postura se convierten en pasos hacia nuestro ser más profundo.
Te invito a reflexionar:
¿Cuándo en tu práctica de yoga has sentido que podías observar tus pensamientos sin identificarte con ellos?